La ciudad es un espacio social, un lugar donde relacionarnos, donde vivir en el sentido más amplio de la palabra. Un lugar que habitar, donde conocer, sentir y crecer. La ciudad como núcleo de nuestra sociedad, centro de la vida de las personas que la componemos. Nuestra vida, nuestra forma de ser, se influencia de esa ciudad, de su gente, de su ambiente. Es la composición física de estos espacios sociales ya sea hacia el exterior como las propias calles, plazas, parques y lugares de recreo y encuentro, rincones donde numerosas historias anónimas suceden a cada momento, como hacia el interior en las casas que esconden la vida privada de cada uno de nosotros frente a la frenética vida en la calle, una vida privada en la que creamos nuestra pequeña sociedad, nuestra pequeña y propia ciudad.
Esta importancia social no ha pasado desapercibida para los artistas, que bien fijándose en el bullicio de la vida o bien en la ausencia de él, destacan sus rincones, su gente, haciéndoles protagonistas de sus obras.
Desde obras pictóricas de Juan de la Corte, con la Plaza Mayor madrileña, Goya en La Pradera de San Isidro o La Ermita del Santo, y un gran número de artista que ya siglos atrás representaban la sociedad en la ciudad, los artistas no han parado de concentrarse en la vida que les rodea y su espacio.
Actualmente hay muchos representantes del arte contemporáneo que siguen viendo la importancia de este medio.
Sheila Pazos, artista suiza afincada en Galicia, empezó su obra con un sentido que ha ido evolucionando. En un principio la ciudad dominaba a las persona, las fundía como parte de ellas. Su gente, su sociedad, se mimetizaba con el asfalto, las señales de tráfico, se camuflaban como parte de ella. Pero paulatinamente esas personas se fueron haciendo fuertes, dominando la ciudad y haciendo que la sociedad sea quien la habite y no al contrario. Una sociedad fuerte que hace una ciudad a su medida, para sus necesidades y su disfrute, un lugar que habitar haciendo de sus habitantes figuras gigantes que rinden la ciudad a sus pies.
Las personas somos sociales, necesitamos relacionarnos abiertamente, pero también muchas veces, desde un escondite dentro de la propia ciudad, un lugar desde el que creemos que nadie nos ve. La ventana de nuestro dormitorio, o un bar desde el que sentarnos y disfrutar de un café mientras vemos el bullicio, el vaivén de esa sociedad de la que formamos parte, y esto es lo que nos muestra la segoviana Gemma Pascual en su serie Servilletas de papel.
Esta idea de ciudad como centro social es lo mismo que llevó al CCCB a crear Post it City, ciudades ocasionales donde es la propia sociedad la que crea la ciudad con su presencia.
Isidro Blasco muestra esta ciudad exterior e interior de la que hablábamos. Esa que explota con la sociedad que la habita, una nueva manera de percibir el mundo que nos rodea, que estalla con nosotros dentro.
En ocasiones no es si quiera necesario que aparezcan esas personas para ser conscientes de la sociedad. Sus huellas en el camino son suficientes. Hemos podido ver en la reciente muestra de Antonio López en el Museo Thyssen-Bornemisza que el artista era capaz de mostrarnos una gran ciudad en la que desaparecían coches y personas, pero que daba sentido a esa vida, esa sociedad interior en cada una de nuestras casas, los bares, las esquinas que habitamos. Las persianas subidas, bajadas, ventanas abiertas, que nos hacen un guiño a esa vida interior. Algo semejante en Gregory Crewdson, aunque con mucha más sensación de abandono, muestra una ciudad vacía pero con esa huella de la sociedad que la habita en silencio.
¿La ciudad hace a la sociedad o es al revés?¿Qué es la ciudad?¿El lugar donde interacciona la sociedad?¿Cualquier enclave, por mínimo que sea, donde desarrollamos nuestra propia sociedad? Un todo en uno, una ciudad imposible sin su sociedad, una sociedad necesitada de su propia ciudad.