domingo, 18 de septiembre de 2011
Despedida a la exposición de Antonio López
A una semana del cierre de la exposición de Antonio López en el Museo Thyssen de Madrid se han agotado las entradas. Las largas colas que desde Junio se han creado en torno al museo, a pesar de la masiva venta online, han llegado a su fin. Si la han visto espero que la hayan disfrutado, si no han tenido la suerte de llegar a tiempo, aún tienen la oportunindad de verla en su itinerancia a Bilbao (aunque con un leve cambio en las lista de obra).
Se dice así adiós a una exposición que no sólo muestra las obras del pintor-escultor-dibujante Antonio López, sino en la que presenciamos su propia vida, su biografía como él mismo la definía. Nos muestra su casa, su familia, sus amigos, su vida, su día a día, su mujer Mari, sus hijas María y Carmen, sus nietos, su casa de Madrid, su ciudad natal -Tomelloso-, casa de sus amigos, huellas de artistas como Lucio Muñoz en su terraza, testimonios de Calvo Serraller, Julio López, Nieva,... y para más inri, obras en manos de grandes coleccionistas y museos, un todo en uno. Su hija María, co-comisaria de la muestra, nos regala en el catálogo un divertido paseo por lo que fue crecer en una casa de artista, en un ambiente artístico tan particular y divertido. Las anécdotas vuelan en torno a las obras, las sensaciones, los significados que cada una de ellas ha tenido para el artista y quienes le rodean y ahora, de todos nosotros. una exposición dividida y mezclada con tres grandes temas con tres grandes formas de representarla: La ciudad con la pintura, la figura en la escultura y el árbol frutal en el dibujo.
Personalmente me fascina ver la obra viva, la obra en proceso, en incluso esa obra en principio finalizada en la que puede leerse las divisiones que el artista hace para pintar, las anotaciones, las fechas, las horas, incluso una curiosa anotación en un boceto para escultura en el que el artista anota la dirección donde recoger los ojos que habían preparado para la escultura final. Una forma de ver cómo trabaja, de comprobar y sentir que esas obras han tenido un proceso creativo, que nacieron de un papel en blanco que fue cobrando vida.
Ver la obra de Antonio en vivo te hace comprender además lo erróneo de su clasificación como artista hiperrealistas. Muchos repiten la frase "parece de verdad", "mira qué detalles". Sin embargo, a excepción de obras de sus comienzos, nada más lejos de la realidad. La evolución de López le ha permitido crear esa sensación sin hacerlo de verdad. Cuando te acercas a grandes obras de la ciudad por ejemplo, observas que a pesar de lo que pudo parecer en un primer momento, los edificios no son más que manchas vibrantes, masa de colores sin definir, quizás las más próximas tengan algún detalle de una ventana con su toldo bajado, pero a la vez, la ventada de al lado no es más que un borrón y el edificio siguendo un manchurrón que parece cobrar vida.
Una ciudad vacía a simple vista, sin gente, sin coches, pero llena de vida en su interior. Cada ventana, cada esquina, se ve inhundada de alma, de vidas en su interior, de ese bar que a todos nos resulta familiar porque hace años nos reuníamos allí con los amigos, o porque un pariente vivía en aquél edificio de allá. Al igual que sus interiores. Aquellas habitaciones vacías pero llenas de huellas de aquel que la habita.
Estas semanas además hemos tenido y tenemos la oportunidad de asisatir a conferencias sobre su trabajo de las personas que mejor pueden hablar de él.
Tras 18 años de su última exposición en España en el Museo Reina Sofía, la acogida del público vuelve a sorprender (a pesar de lo que ya se intuía antes de empezar, publicidad, prensa, comentarios,... todo a lo grande), vuelve a batir cualquier récord anterior. Esperemos que no tengamos que volver a esperar otros 18 para volver a verle entre nosotros.
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