viernes, 16 de noviembre de 2012

GAUGUIN y el viaje a lo exótico



La exposición empezaba con buen pie. Antes si quiera de que las obras hubieran llegado a Madrid, cuando incluso aún no estaba decidida la lista final que compondría la exposición, ya iba bien. Un blog que contaba cómo se hace una exposición, para que no solo los trabajadores de un museo sepan cómo es. Bibliotecas y libros, cartas de petición, investigación, seguros, diseño,  recepción de las obras, montaje, catálogos, ruedas de prensa, inauguración,… Todo estaba ahí, en el making-of.

Gauguin y el viaje a lo exótico es más que Gauguin. Es la importancia que ha supuesto para pintores posteriores como Nolde, Kirchner, Matisse, Klee, Delaunay o Kandinsky.


Empezó dejándolo todo en busca de un jardín del edén, un paraíso salvaje por descubrir, buscando esas postales que traían de los Mares del Sur.

Viajó a la Martinica con Laval, pero le pareció demasiado civilizado. Viajó a Tahití, adentrándose en la selva porque Papete, la capital estaba totalmente cristianizada. Pero la selva tampoco era ese lugar soñado. Así que decidió seguir soñando. Pintaba lo que él se había imaginado que serían esas tierras, esos colores, esas danzas alrededor de los Tikis (esculturas de ídolos) que nunca vio.

Siempre titulaba sus obras en lengua maorí para sentirse un “salvaje” más. En el cuadro “Mata Moe” (muerte) pueden interpretarse dos visiones. Un hombre levanta un hacha de hierro contra la madera. Muchos hablan de la muerte del salvaje con la llegada del hierro, pero también de la muerte del ser civilizado que Gauguin llevaba dentro al volverse un auténtico “salvaje” al golpear el hacha contra el tronco. 


Goethe decía en el diario de Otilia: “nadie camina impune bajo las palmeras”. Es el título de la sala 4.

Se hace un recorrido por la influencia en el grupo alemán Die Brucke, tan influenciados por esa ideología de vivir en la naturaleza, conviviendo con ella, alimentándose de lo que ella te ofrece. Müller y sus compañeros aprovechaban el buen tiempo para vivir desnudos en el campo.  Los famosos caballos azules de Franz Marc, que no son otra cosa que la influencia de muchos caballos azules de Gauguin. Rousseau, nunca viajó, pero tras ver las obras de Gauguin, a quien parece que nunca conoció, se adentraba en jardines botánicos que luego representaba a escalas gigantes. 


Nos adentramos entonces en el mundo exótico como un antropólogo, con esos retratos de tipos indígenas que hizo Nolde. Entre ellos, no puedo dejar de mirar a los guías que Nolde y su mujer tuvieron en su viaje. Unas cabezas negras con unas exquisitas flores rojas sobre su pelo. Otro retrato se llena de tatuajes, cada momento importante de su vida está ahí.

Pero Gauguin no solo cambió la ideología de muchos pintores. También cambió el canon estético. Esas mujeres rotundas, de manos y pies grandes, ese canon exótico, esas espaldas curvadas. Influencias en Heckel, Larionov, Pechstein,… 


Paul Gauguin hizo que todos quisieran viajar, conocer ese mundo que les presentaban en las exposiciones. Ese mundo plasmado en las postales que inundan el Thyssen. 


Si tú también quieres viajar a Tahití, hazte con el "Cuaderno de viaje", editado por Paloma Alarcó y Marta Ruiz del Árbol, comisaria y comisaria técnica de la exposición (12€)

Museo Thyssen-Bornemisza
Paseo del Prado,8. Madrid

Horario: Martes-Domingo de 10.00 a 19.00 h.
Precio General: 10 €
Precio Reducido: 6 €